Y aquí estamos de nuevo. Nos encontramos en el mismo momento en el que estábamos hace un año y de la misma forma nos deseamos felicidad.
Vuelvo la vista atrás y no niego que me roza la nostalgia. La nostalgia de las personas que se han ido, de las que se han alejado más allá de mi cariño, de los instantes que hubiera querido hacer eternos y que al fin han resultado más efímeros que el vuelo de una mariposa, del tiempo que ha pasado tan rápido que sólo ha sido como un trazo en el aire, de las palabras que busqué y que nunca pude llegar a encontrar a lo largo de este año que se aleja.
Pero también la añoranza es fugaz y no puedo dejar de sonreír cuando pienso en los nuevos amigos, en las conversaciones, en lo que he aprendido, en lo escrito, en lo que aun queda por escribir, en el cariño recibido, en la mano que ha estrechado la mía, en la mirada amorosa, en las palabras comprensivas, en los paisajes descubiertos, en las copas en torno al fuego de la chimenea, en la poesía, en las lágrimas derramadas por un dolor que no es tuyo pero es como si lo fuera, en la vida que ha sido más que generosa.
Más allá de la ventana hay demasiadas personas sin hogar, sin afecto, sin futuro y sin esperanza. Personas para las que no existe el brillo de las luces.
Por eso y desde mi cariño, sólo os puedo desear que para el tiempo que llega, viváis la vida con toda la intensidad posible porque tenemos la suerte de los privilegiados.
Sed felices, intentad serlo y si esa felicidad sólo dura un segundo… ya es suficiente.
A por otro año, queridos, aquí os dedico mi sonrisa que es lo mejor que creo tener.
Y por supuesto, os dejo con la música… había pensado en un tango, pero es mejor la compañía dulce de Astrud mientras voláis hasta la luna.